lunes, 15 de junio de 2015

Dejarse dejar¡

Será que el problema de no superar las tusas, no está en el tan martillado, aconsejado y manoseado "dejar ir", sino en el, nunca mencionado, penumbroso y vergonzoso ¿dejarse dejar?

Porque nadie que busca la piel de otro, a no ser que ya su piel sea tan cobarde, lo hace para quererse ir. En cada caricia, cada palabra dicha en medio del aliento de un beso, cada uña y su contacto, se mete la esencia de lo que somos y queremos: ese beso interminable al despedirse, ese chiste del que siempre nos reímos, esa compañia que siempre nos hace pensar cosas nuevas, posibilidad de crear situaciones de agarre, distancias mínimas que puedan contar una historia.

Yo siempre que he puesto mi piel, aunque no lo haga en ese mismo instante, siempre dejo mi memoria, mi sangre, mis pensamientos ya sean retrospectivos entre recuerdos, ya sean de futuro comprometiendo algunos sueños, que vaa¡¡ todos los sueños. Sí, aunque no sea en el instante, siempre está ahí mi ser, las lecturas de la tarde, los compromisos del trabajo, la silueta de una mujer debajo de un dintel y encima de ella la luz agonizante de una tarde que la espera, mientras que al arribo su amante le sonríe.

Y en la penumbra de esa misma tarde, que da paso a la bruma nocturna de una noche untada de invierno atemorizante, el amante no sonríe, ni aparece, ni llama, ni deja un mensaje por whatsapp aunque aparezca en línea. y ese es el momento en el que te llega toda la basura que has leído en los estados de facebook y te dices: Déjalo ir¡

Pero la verdad, y tu la sabes, es que en ese momento no eres el sujeto de la oración, porque no es tuya la acción del verbo, y por más que quieras otra cosa, alguien está decidiendo por tí: puedes llamarlo, escribirle, implorar con un hola "desprevenido" su respuesta deficiente. Pero es simple, no eres el sujeto de esa oración, no tienes el poder de decisión, y es justo cuando (si fueras sensata la mayor parte de las veces) deberías relajarte, bajar las poco decorosas armas que has pulido en tus últimos 15 años de experiencias similares y sin forcejear con el destino, tan sabio e implacable, que te lleva tanta y tanta ventaja por haber dejado transcurrir eternidades entre sus naguas: Rendirte, dejarte dejar¡¡

Yo creo que es más confortante para el espíritu, aunque lo sea menos para el ego, entregar esa decisión al que en realidad quiere ejecutarla, dar la posibilidad de decidir, hacerse un lado para que la voluntad del otro fluya, y no engañar el deseo al tratar de controlar un sentimiento del que aún no somos dueños, porque le pertenecemos. En ese dejarse, está inscrito de manera reflexiva, el acto que no es imperativo, el acto que comprende la naturaleza de todos los deseos, y en ese dejar, la posibilidad de matizar la furia con la que discurren nuestros días agitados de tanta ideología.