lunes, 1 de septiembre de 2014

Huída

Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión. La respiración agitada y en sus miradas, como en el perfil de las casas sobre el mar calmo, se proyectaba la sensación de una culpa ajena, una responsabilidad no evadida sobre lo que el polvo y el olvido penetrarían hasta desaparecer. El privilegio no es escaso, es caprichoso, sus cuerpos lo sabían mientras flotaban silenciosos sobre el aire que desterrando el fuego jugaba con el sol a consolarlas; irónico privilegio sobrevivir al bombardeo compartiendo a escondidas el espacio con aquellas milicias entrenadas para hacerlas desaparecer; y mientras la luz invadía el recinto sus miradas ideaban cómo salir para no morir más.

domingo, 31 de agosto de 2014

Ecofanías


Eramos las mismas, al menos eso era lo que yo creía, pero un día menos soleado que este, abrí mis ojos, no es que los tuviera cerrados, es que me había negado a levantar los parpados, siempre los había mantenido a media hasta como a la espera de no verlo todo, pero ese día menos soleado trajo mas luz a mis ojos que cualquier otro.

Me di cuenta que no quedaban sobrevivientes, que yo misma era un despojo de algo que pudo haber sido salvado de perecer, pero no un sobreviviente como tal, lo lamentable fue verlas a ellas. Quedaron sepultadas debajo de la avalancha del bienestar que le ofrecieron como promotoras de la industria farmacéutica, fue doloroso ver como no podían moverse, sus cuerpos gravitaban en torno a centros comerciales atiborrados, vitrinas insulsas y extasiados pensamientos sobre la celda de parqueo.

Inmóviles en sus lugares, desprovistas del uso del tiempo y el espacio que les había sido concedido (la mayor y mas abrupta de todas las incapacidades, la imposibilidad de transcurrir en tus propios tiempos y de habitar en tus más auténticos espacios) se encadenaban a la acción repetitiva y a la palabra preestablecida, sus cuerpos como dispositivos de venta, lo revelaban... vendían y con las ganancias compraban y luego vendían de nuevo, no había otra acción. Un encadenamiento sutil de las mismas dos acciones iba corroyéndolo desde el interior: las sonrisas eran excedentes de venta; las conversaciones, ganancias ocasionales; los recorridos, pérdidas de capital; los paisajes, posibilidades de nuevos clientes; las oraciones, inversiones a interés; los encuentros, declaraciones patrimoniales.

Yo misma no estaba salva, sólo podía verlo y resistirme a adaptarme ó perecer con ellas... me sentí tan ajena, que comencé a retirarme con pasos inconscientes, de repente mire de nuevo hacía la avalancha y ya no estaban, ¿ó era yo la que ya no estaba? da igual, porque en ese momento solté mi cabello al viento, corrí con mis zapatos planos y lancé la mas grotesca de todas mis carcajadas.